
Otro ya se habría dado cuenta hace tiempo... ya se habría convencido y resignado. Pero no ha sido hasta hoy, hasta el mismo día de hoy cuando yo me he percatado de la realidad, de la tétrica realidad, de la certeza de que ya JAMÁS ella volverá a cruzar el umbral de mi puerta para, sin mediar palabra, silenciar las mías con su lengua, sus labios, con sus dientes, con sus dedos sujetando mi mandíbula...
No, eso ya no va a pasar.
Libres de las ataduras y del compromiso políticamente correcto, lo encontramos todo a favor para propiciar el fugaz reencuentro de los cuerpos, viejos conocidos durante años; les dimos la oportunidad de volver a saludarse de nuevo, de contar viajes, de comparar otras torpes manos, otras insulsas caricias exentas de placer. Ya tus piernas y las mías vuelven a jugar a enredarse y a la guerra eterna de los diez mil años. Y ellos, eternamente agradecidos, nos brindaron el espasmo, el jadeo, el grito ahogado y el flujo vivificante que manchaba (al fin de nuevo) las sábanas que ya volvían a ser pues inmarcesibles.
Pero eso ya no volverá a pasar.
Hoy, encerrado en la época de los encierros, enclaustrado entre cuatro paredes imaginarias que yo mismo he levantado y sellado con mi propio desánimo. Hoy ha sido el día en el que todos los espejos volvieron a reflejar el espanto. Salgo a la calle, pero no puedo andar en apariencia, pues mis suelas están hechas de un plomo extraño, de un metal que se fundió en un crisol imaginario; hecho con los fragmentos de los aerolitos que torpedearon la techumbre en forma de constancia supina y extrema. Y parezco un astronauta encerrado y aprisionado dentro de su módulo, luchando por no verter ni vomitar el fruto de mi propia verdad recién adquirida para no morir asfixiado dentro de mi propia y repentinamente aparecida escafandra.
Así las cosas, la congregación, la comitiva de desventurados y desheredados se cruza en mi camino, en mi torpe intento, vano, por alcanzar un asidero de autoconsuelo prefabricado. Me invitan a unirme a ellos, con lisonjas demasiado obvias y evidentes. Y me arrancan mi conducto de oxígeno como aquél que cortó un día el cordón umbilical que a ti me tenía unido, como a una segunda madre.
Ahora ya vago por el espacio oscuro e irreferenciado... Errante, anóxico, vidrioso...
Porque no volverá a pasar. Ya no nos va a volver a pasar...
(Foto: http://del-fina.blogspot.com)
(PD: Si no me das el visto bueno a esta “prosa”, yo ya no sé qué hacer... Es lo que me apetece escribir en este preciso momento...).
3 comentarios:
bueno, no iba por mí, pero a mí me encanta tu prosa.
desesperada tiene razón, se agradece poder leer un post así
Error del sistema. Interpretación errónea. Confusión, confusión...
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