Te miro… y ya también te veo…
Supongo que es simple (y yo siempre tiendo a complicarlo; pero esta vez no…) y que no hay que hacerse mala sangre ni darle muchas más vueltas. Supongo que es como es y ya está… que hay personas así y que no todo tiene remedio. Personas que no pueden soportar que otros triunfen (por méritos propios y exclusivos) donde ellos han fracasado anteriormente (por demérito escandaloso). Personas que han crecido, que han sido educadas en la creencia de sentirse merecedores de todas las prebendas y todos los reconocimientos, todos los premios y todos los obsequios.
Personas que miran tu medicación a través de la rendija del cajón a medio abrir y que te dicen que “te comprenden”, porque “una vez también tuvieron un ataque de ansiedad con un examen de la carrera que llevaban bastante mal y que al final les jodería el verano si la asignatura troncal les quedaba para la convocatoria de septiembre…”. Que miran sin disimulo ni recato tus cicatrices en la muñeca y también “te comprenden”, porque “una vez estaban tan súper-agobiados con el trabajo y con la pareja de turno que cuando iban por la autovía pensaban fugazmente en dejarse conducir contra el quitamiedos…”.
Personas que necesitan que les cojas de la mano, pero no para levantarse… sino para poder tomar un impulso mínimo para tirarte al suelo después…
El peor cobarde es el que no conoce la cobardía; o el que no quiere verla cuando la tiene posada sobre el hombro.
El peor mentiroso, el que se engaña a sí mismo con verdades que sólo él conoce.
Pero todos (todas), aunque huyan de los relojes, tienen las horas contadas…
Supongo que es simple (y yo siempre tiendo a complicarlo; pero esta vez no…) y que no hay que hacerse mala sangre ni darle muchas más vueltas. Supongo que es como es y ya está… que hay personas así y que no todo tiene remedio. Personas que no pueden soportar que otros triunfen (por méritos propios y exclusivos) donde ellos han fracasado anteriormente (por demérito escandaloso). Personas que han crecido, que han sido educadas en la creencia de sentirse merecedores de todas las prebendas y todos los reconocimientos, todos los premios y todos los obsequios.
Personas que miran tu medicación a través de la rendija del cajón a medio abrir y que te dicen que “te comprenden”, porque “una vez también tuvieron un ataque de ansiedad con un examen de la carrera que llevaban bastante mal y que al final les jodería el verano si la asignatura troncal les quedaba para la convocatoria de septiembre…”. Que miran sin disimulo ni recato tus cicatrices en la muñeca y también “te comprenden”, porque “una vez estaban tan súper-agobiados con el trabajo y con la pareja de turno que cuando iban por la autovía pensaban fugazmente en dejarse conducir contra el quitamiedos…”.
Personas que necesitan que les cojas de la mano, pero no para levantarse… sino para poder tomar un impulso mínimo para tirarte al suelo después…
El peor cobarde es el que no conoce la cobardía; o el que no quiere verla cuando la tiene posada sobre el hombro.
El peor mentiroso, el que se engaña a sí mismo con verdades que sólo él conoce.
Pero todos (todas), aunque huyan de los relojes, tienen las horas contadas…