PARLAMENTO
I
Volver al “lo maldito de siempre”
y la incertidumbre del primer trazo.
A verte, sin mirarte, con el rumor de fondo
de los amantes flanqueados por los tabiques
de cartón-piedra (o como si lo fuesen…).
No hay acto de presencia; nada más que
una guitarra de desafinadas-las-cuerdas
(¿o desafinadas yemas?) y un verde
tan rizado y tan profundo (¿o lejano?)
y el rumor de fondo que ya es galerna,
y la pintura del muro de carga que
no es profunda ni lejana (negra simplemente)…
II
Acto segundo. Cuadro primero:
Entra en la habitación un sopor ataviado
con química y desapego (caucho el hedor).
Le acompaña, cogida de la mano, otra
tinta. Otra textura.
(Madrugada. Humo de cigarrillo. Maullido plañidero)
APUNTADOR: “Te amo”.
III
Pero siempre puede verse a alguien
amartillando
un beso
un poema
empuñando
una esperanza voraz
una estrofa sin sentido
apuntando
donde “¿quién no oyó nunca un disparo”?
Lo dolorosamente de siempre…
(no acaba su línea, pero alguien abandona la escena)
… disparando
a un vacío inabarcable.