Estimada mía (6). (Extracto de una carta a...):
Lo siento, pero no puedo ser tu amigo. Lo siento. Sería demasiado hipócrita, demasiado deshonesto. Todo está viciado; y no es sano... Te he tirado demasiados guantes delante, a los pies... si no los has visto, quizá es que no merezcas la pena; y si los has visto y no has querido recogerlos, entonces es que, con total seguridad, no merece la pena. No puedo contentarme (egoístamente) con esos besos dulces en la mejilla o en la comisura, mientras mis labios gritan a plena célula que quieren frotarse con los tuyos...
Siempre he sabido que tal vez no eras la mejor mujer en la que hallar las respuestas, eso no te lo voy a negar. Pero siempre, desde hace ya mucho tiempo, tuve muy, muy claro, que tú eras la única a la que me atrevería a hacer las preguntas...
Supe, tiempo ha, que el orden universal tardaría mucho, mucho tiempo, en recuperarse del impacto del encuentro de nuestros cuerpos. Pero confiaba en la bendita inercia, en la santa paciencia para que todo terminara volviendo a su cauce y las mareas que a todos nos transportan terminaran aceptando nuestro remonte, nuestra lucha a contracorriente.
Es injusto, porque tú no lo sabes, porque siempre parecerá otra cosa. Pero es lo justo, porque tú no lo sabes, porque (de todos modos) siempre terminaría pareciendo otra cosa. No sé si me explico. Ya da un poco igual...
Esta es la carta de este tipo más corta que escribo y que, probablemente, escribiré. Con la seguridad de que no lo vas a leer. Con el veto de los comentarios... Algunas cosas hay que llorarlas a lágrima tendida en lugar de redactarlas.
Lo siento (termino como empiezo), pero yo no puedo ser tu amigo...
Gracias de todos modos, preciosidad...
PD: Tranquilos, ya dije que quedaban al menos dos capulladas como ésta, y ya me he librado de una...
Lo siento, pero no puedo ser tu amigo. Lo siento. Sería demasiado hipócrita, demasiado deshonesto. Todo está viciado; y no es sano... Te he tirado demasiados guantes delante, a los pies... si no los has visto, quizá es que no merezcas la pena; y si los has visto y no has querido recogerlos, entonces es que, con total seguridad, no merece la pena. No puedo contentarme (egoístamente) con esos besos dulces en la mejilla o en la comisura, mientras mis labios gritan a plena célula que quieren frotarse con los tuyos...
Siempre he sabido que tal vez no eras la mejor mujer en la que hallar las respuestas, eso no te lo voy a negar. Pero siempre, desde hace ya mucho tiempo, tuve muy, muy claro, que tú eras la única a la que me atrevería a hacer las preguntas...
Supe, tiempo ha, que el orden universal tardaría mucho, mucho tiempo, en recuperarse del impacto del encuentro de nuestros cuerpos. Pero confiaba en la bendita inercia, en la santa paciencia para que todo terminara volviendo a su cauce y las mareas que a todos nos transportan terminaran aceptando nuestro remonte, nuestra lucha a contracorriente.
Es injusto, porque tú no lo sabes, porque siempre parecerá otra cosa. Pero es lo justo, porque tú no lo sabes, porque (de todos modos) siempre terminaría pareciendo otra cosa. No sé si me explico. Ya da un poco igual...
Esta es la carta de este tipo más corta que escribo y que, probablemente, escribiré. Con la seguridad de que no lo vas a leer. Con el veto de los comentarios... Algunas cosas hay que llorarlas a lágrima tendida en lugar de redactarlas.
Lo siento (termino como empiezo), pero yo no puedo ser tu amigo...
Gracias de todos modos, preciosidad...
PD: Tranquilos, ya dije que quedaban al menos dos capulladas como ésta, y ya me he librado de una...
PD2: En el próximo lustro te lo explico con detalle...