domingo, 6 de mayo de 2007


Estimada Mía (2):

Cuando te conocí, todo se paró; todo se detuvo.

Ahora, cada noche, cuando un día muere y ya no vuelve, cuando todos los relojes de mi casa marcan las doce, exhalan un aire muy peculiar, un suspiro pétreo y casi luminiscente y distinguible que, paulatinamente, mientras yo me sigo consumiendo solo y en silencio, se va entremezclando con las finas partículas del humo del tabaco. Se materializa en forma de un polvo prácticamente imperceptible que se va depositando sobre mi cuerpo poco a poco, como una pátina corrosiva, adhesiva y paralizante que me impide reaccionar a tiempo ante cualquier estímulo que no te desvele…

Cuando te conocí, todo se calló; todos nos miraban, y nosotros no los veíamos.

He recorrido cientos de kilómetros, y he llenado cientos de páginas intentando convencerte. Todo en vano. He invertido mis mejores momentos, los de más lucidez, en intentar convencer a los míos del por qué aún te espero, por qué te sigo siendo fiel aunque no tenga por qué; por qué eres tú o no es nadie… Y el tiempo va pasando. Somos más mayores, y no sé si más sabios. Espero la llamada de madrugada, la llamada de la tarde, y no llegan. No llegarán.

Otros escribían sobre “una vida tan grande, que nunca se ha terminado…”. Tú no terminarás cuando termine esta vida, al igual que tampoco empezaste con ella. Y cuando tu cuerpo se extinga, también exhalará un suspiro que penetrará en los poros de alguien que reconocerá tu perfume, como aquel de los caramelos de fruta en lata de la niñez, los que aún se venden en algunos sitios, los que yo busqué hasta encontrar; los que nadie entiende que conserve intactos, sin comerlos, tan sólo para olerlos en momentos muy señalados… y también lo salvarás, como a mí me salvaste; de la misma forma que me arrojaste aquel salvavidas inconscientemente, ya desde el primer momento en que rocé tu mejilla y me condené gratamente al devenir de las lunas…

Porque cuando te conocí, empecé a conocerme; todo tuvo sentido.

“Tendrá que haber un camino que me lleve adonde pueda estar…”. Yo soy tu camino. En las lindes aguardo, paciente, resignado y feliz no obstante. Querida mía… Amada mía… en la espiral de tu nombre. “En la helicoidal de tu pelo…”.

1 comentario:

Desesperada dijo...

quizá esperar deja de tener sentido de pronto, una mañana, de repente hueles un olor nuevo, escuchas una canción distinta, y, casi sin darte cuenta, estás mirando hacia adelante. es en ese instante cuando te das cuenta de que ya has dejado de sufrir. de que estás empezando a olvidar. bicos, amigo.