Catacroker…
Ayer, en un cruce no muy bien señalizado, por la tarde, me atropelló un Nissan Primera (modelo antiguo).
Fue un vuelo maravilloso, con aterrizaje a unos cuatro metros de la Kawasaki (modelo descatalogado ya).
El hombro derecho (la clavícula crujió, pero no llegó a romperse) fue lo primero que besó el asfalto. Luego vino, en la rotación sobre el eje, la rodilla derecha. Finalmente, la cabeza embutida en el Airoh (modelo nuevo).
Una cincuentona increpaba al conductor del turismo (y, realmente, la culpa no fue de nadie, y se trató de algo puramente fortuito…).
Un treintañero insultaba al chófer del camión que, mal estacionado, supuestamente obstaculizó la visión y propició el despegue en la intersección (el muchacho, que paró apenas un par de minutos para hacer un reparto, salió por patas de la “Crime Scene”…)
Una adolescente de generoso escote fue la primera en dirigirse hacia mí (creo que lo que me preguntó era que si estaba bien, que si la escuchaba…)
Un crío se apresuró a recoger el trozo de la maneta de freno mutilada y guardarlo como “trofeo” en el bolsillo de su pantalón (vayan ustedes a saber por qué…)
Y yo, dentro de mi casco, inmerso en corcho y almohadillas, y con la pantalla transparente como parapeto, no paraba de descojonarme de la risa… (aún no se qué, pero algo se había “formateado” dentro del hard disk del encéfalo… lo intuía… ojalá sea para bien, porque el archivo tenía sonrisa de mujer…)
Ayer, en un cruce no muy bien señalizado, por la tarde, me atropelló un Nissan Primera (modelo antiguo).
Fue un vuelo maravilloso, con aterrizaje a unos cuatro metros de la Kawasaki (modelo descatalogado ya).
El hombro derecho (la clavícula crujió, pero no llegó a romperse) fue lo primero que besó el asfalto. Luego vino, en la rotación sobre el eje, la rodilla derecha. Finalmente, la cabeza embutida en el Airoh (modelo nuevo).
Una cincuentona increpaba al conductor del turismo (y, realmente, la culpa no fue de nadie, y se trató de algo puramente fortuito…).
Un treintañero insultaba al chófer del camión que, mal estacionado, supuestamente obstaculizó la visión y propició el despegue en la intersección (el muchacho, que paró apenas un par de minutos para hacer un reparto, salió por patas de la “Crime Scene”…)
Una adolescente de generoso escote fue la primera en dirigirse hacia mí (creo que lo que me preguntó era que si estaba bien, que si la escuchaba…)
Un crío se apresuró a recoger el trozo de la maneta de freno mutilada y guardarlo como “trofeo” en el bolsillo de su pantalón (vayan ustedes a saber por qué…)
Y yo, dentro de mi casco, inmerso en corcho y almohadillas, y con la pantalla transparente como parapeto, no paraba de descojonarme de la risa… (aún no se qué, pero algo se había “formateado” dentro del hard disk del encéfalo… lo intuía… ojalá sea para bien, porque el archivo tenía sonrisa de mujer…)