COMETA
Yo nunca conseguiré elevar una cometa.
Unas veces, es un hilo brevísimo; otras,
una madeja que se enmaraña sin remedio...
o el viento, que me balancea caprichoso
y siempre alejándome de la orilla.
Como un niño torpe y quebradizo y miedoso,
con los cordones mal anudados y la mirada
perdida.
Y tú vienes a ayudarme, siempre tan solícita...
correteando a mi lado, el impulso necesario,
guiando el hilo que nos terminará quemando
por entre el pulgar y el índice. Y tu explícita
mirada, que nunca mira hacia el centro,
ya termina por convencerme:
yo nunca voy a elevar esa cometa. Ni tú. Ni nadie...
Reclamo los días de borrasca como con la voz de otro,
de otros que terminan las frases con letras distintas
pero a los que entendemos de manera formidable.
Yo nunca voy a elevar una cometa,
ni a moverte un ápice. Ni tú vas a mirarme a los ojos
para negarme. Tú no eres viento, ni quieres irte...
Yo nunca conseguiré elevar una cometa.
Unas veces, es un hilo brevísimo; otras,
una madeja que se enmaraña sin remedio...
o el viento, que me balancea caprichoso
y siempre alejándome de la orilla.
Como un niño torpe y quebradizo y miedoso,
con los cordones mal anudados y la mirada
perdida.
Y tú vienes a ayudarme, siempre tan solícita...
correteando a mi lado, el impulso necesario,
guiando el hilo que nos terminará quemando
por entre el pulgar y el índice. Y tu explícita
mirada, que nunca mira hacia el centro,
ya termina por convencerme:
yo nunca voy a elevar esa cometa. Ni tú. Ni nadie...
Reclamo los días de borrasca como con la voz de otro,
de otros que terminan las frases con letras distintas
pero a los que entendemos de manera formidable.
Yo nunca voy a elevar una cometa,
ni a moverte un ápice. Ni tú vas a mirarme a los ojos
para negarme. Tú no eres viento, ni quieres irte...
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