viernes, 16 de noviembre de 2007


De los grandes viajes pequeños...

Escuché una vez (creo que en boca de Cate Blanchett, en uno de sus grandes papeles) que “la felicidad es inversamente proporcional a la diferencia o la distancia entre la vida que sueñas vivir y la que vives realmente”.

Un amigo con un gran sentido del humor “escatológico” se permitió añadir después que la misma proporcionalidad podía aplicarse a la separación geográfica que mediaba entre el salón de casa y el cuarto de baño cuando sufrías de gastroenteritis... (sin comentarios, tenía que ponerlo...).

La cuestión de las distancias y las superficies; los volúmenes, y su relatividad, no deja de asombrarme y fascinarme. Si nos paramos a observar , tranquilamente, si somos capaces de mirar sin ver o de escuchar sin oír, detectaremos numerosas “paradojas espaciales”: la más absoluta de las miserias morales y espirituales concentrada en unos pocos metros cuadrados; la clara impronta de la mano de ese que muchos llaman “Dios” en fracciones de milímetro cúbico; la definición de PROGRESO a 115.7 kms. de lo que muchos definirían como DESARROLLO (Fuente de Piedra, desde donde escribo ahora, que me abraza y consigue calmar a mis fantasmas tras demasiado tiempo).

La razón de ser, condensada en el área de contacto de dos cuerpos (irremisiblemente caducos) que se desean...

¿Quién inventará, al fin, un escalímetro decente?