jueves, 22 de noviembre de 2007


De la prensilidad…

Que yo no tuviera pulgares no les daba derecho, ningún derecho, a robarme los lápices.

Ya me sobrepuse al hurto de mis tazas con asas, sin las cuales no podía valerme (¿han probado a agarrar un vaso sin usar el dedo “gordo”? Inténtenlo…), y también pude acostumbrarme, no sin ciertos problemas, a servirme el jabón para el aseo sin el dispensador que, misteriosamente, se extravió del lavabo aquel sábado por la mañana.

Pero no había excusa ni sentido del humor que justificara la desaparición de los lápices que nunca había llegado a afilar, que nunca mancharon ninguna hoja…

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Yo también tenía derecho a respirar profundo admirándolos, fumando mi último cigarro de la noche (no me pregunten cómo conseguía la llama del mechero; es demasiado complicado para detallarles…).

Como quien mira los peces que no saben que nunca van a ser libres, y confabulan, secretamente, para asesinar al buzo de la escafandra del fondo de la pecera.

Eran mis lápices. Aunque yo no tenga ya pulgares.

1 comentario:

Desesperada dijo...

he intentado coger la taza sin pulgares, qué jodido. aunque es peor perder esquinas del alma, ¿no crees?