martes, 2 de octubre de 2007


28

Por años me estuve preguntando si había algo más injusto y doloroso que el amor no correspondido. Un día hallé la respuesta: ciertos amores correspondidos.

Luego aprendí a desconfiar de aquellos que decían de sí mismos que eran fuertes, cuerdos, sanos y valientes, sin hueco para la vacilación.

Constaté lo certero de ese gran proverbio que dice que debes procurar tener cerca a tus amigos; pero aún más a tus enemigos.

Consideré lo prudente de aprender a olvidarlas, aún cuando juré no hacerlo aunque mil años viviera.

Me esforcé por escuchar (y no sólo oír) a los que trataban de inculcarme que no es el pez más grande el que devora al pequeño, sino el más rápido al más lento.

Supe dignificarme a mí mismo, y dejar de dar todo a quien no se merecía nada de lo que yo pudiese darle.

Abrí los ojos para poder ver dónde tenía las cicatrices y así lamerlas pausadamente, en lugar de quejarme porque me dolían.

En definitiva... me lo estudié, lo puse en práctica, tomé todo el aire que me cabía en los pulmones y me puse “colorao” antes que “morao” por retenerlo: “VETE A LA MIERDA...”.

PD: Y lo agustico que uno se queda...

No hay comentarios: