lunes, 24 de septiembre de 2007


De cuando un amigo se siente solo; sola...

Tendré mil éxitos, e igualmente mil fracasos. Y lo que todos y cada uno de ellos tendrán en común entre sí es la llamada sin respuesta tras abrir la puerta, exultante o cabizbajo. Un silencio, el mío, que será contestado por otro silencio más hondo e insultante. Después, el imaginario estruendo de las toneladas de hierro y hormigón desplomándose sobre mi cabeza, anidando en los hombros en forma de dolor punzante y crónico.

Todos los domingos se bañan en un aire angustioso e irrespirable.

Te veo, mi querido compañero, encontrando siempre un cuello donde apoyar tu barbilla temblorosa, y una espalda donde posar las palmas de tus manos, cansadas ya de remar a contracorriente, con la piel agrietada de aquellos que nunca se cruzan de brazos. A ti, que siempre cruzas tu mirada con la mía cuando navegamos por el caos, y pareces preguntarme qué sentido tuvo alguna vez todo esto... A ti, que posees la llave que abre las puertas tras las cuales todos los sonidos encuentran su eco...

Seré el rey de un universo sin súbditos; el guía de la muchedumbre que tomó el camino alternativo en el último cruce, y que no me avisó, dejándome como avanzadilla de un ejército condenado a una derrota segura; el explorador de desiertos y estepas esquilmadas; el descubridor de vacunas para males que nunca van a existir; el orador sublime de la tierra de los desposeídos del don de la audición; el piloto de la nave que perdió su rumbo y ya no se dirige a ningún destino...

La joven está sola bajo el temporal y la lluvia. La niña está sola, y no quiere que la cubra, ni que la arrope... No quiere.