martes, 17 de julio de 2007


De cuando se presentan las opciones...

Cuando una persona se pierde, hay dos opciones: salir en su búsqueda o esperar y confiar en que vuelva.

Si se opta por la primera opción, puede ser que uno se encuentre con la situación en la que dicha persona no quiera ser encontrada. Entonces, uno puede frustrarse por no tener éxito en su hazaña, o reconfortarse con el empeño de la búsqueda en sí misma, con la certeza de que ha hecho “lo correcto”. La búsqueda en sí misma, la acción de emprenderla, es la recompensa. Entonces... ¿Hasta qué punto la persona perdida era importante? ¿Cuál era su valor real? ¿Egoísmo, acaso? ¿Era más valiosa la persona en el caso de que el no encontrarla causara tristeza? ¿Aún a pesar de que hemos supuesto que esa persona no quería ser localizada?

Si se opta por la segunda, puede ser que esa persona no regrese por dos motivos: porque no acierta a encontrar el camino de vuelta, o porque no quiera volver. Si lo que ocurre es que se ha perdido el rastro del camino de regreso, puede ser que uno, el que espera, piense que la persona perdida ha elegido su destino, lejos de uno. Pero estará en un gravísimo error, porque no conocerá la verdad del asunto. Morirá sin saber que pudo reencontrarse de nuevo con ella, pero que el desencuentro se produjo por un fallo en las circunstancias, por un fatal error. Y si la persona extraviada realmente no quería volver... ¿cómo saberlo sin acudir en su busca para, al menos, preguntárselo? ¿Acaso es más cómodo el desconocimiento, la ignorancia?

Yo soy de los que buscan cuando alguien se pierde; cuando pierdo a alguien...
Yo soy de los que quiere que le busquen...

(PD: Ya has vuelto, bendita, a meterte en mi teclado...)

1 comentario:

Jove Kovic dijo...

¿ De quién hablamos ahora?