domingo, 7 de noviembre de 2010


FRAGMENTO DE UNA CARTA (enviada y jamás contestada…)

"Freud hablaba de “la cura del habla” como la exteriorización de nuestros demonios mediante la charla, la conversación, las palabras, para así “convertir el malestar neurótico en INFELICIDAD COMÚN humana”. Supongo que esto no es nada “nuevo” ni nada que nos sorprenda. Las personas como tú y yo llevamos haciendo esto prácticamente desde que nos conocemos y nos topamos el uno con el otro. Sirvan de ejemplo nuestras “citas” (más o menos espaciadas según las circunstancias) con cualquier pretexto o simplemente sin pretexto para desencadenar todo un torrente de impresiones o vivencias. “Contarse la vida”, lo llaman más comúnmente, sin tener que recurrir a una terminología tan freudiana…

Pero a mí lo que me llama la atención de esta definición es lo que está colocado en mayúsculas: la “infelicidad común”. No es algo que yo vaya a discutir o rebatir; la idea de que hay una INFELICIDAD inherente al ser humano, hasta “necesaria”, es algo en lo que, subconscientemente, me he dado cuenta que he creído siempre.

En una serie televisiva de “prime time” (y dudosa factura, pero a veces, hasta los guionistas más “vendidos” pueden dejarse caer con algo interesante) escucho como se comenta que “la felicidad puede estar sobrevalorada y es un arma de doble filo”. Cuantos más anhelos, cuantos más deseos… mayor frustración. Dicen. No trato de decir, de ningún modo, que se deba vivir la vida como un anacoreta o como un ermitaño. Quizás, tal vez, un poco con respecto a lo material, eso sí… pero bajo ningún concepto es tampoco bueno el otro extremo: renunciar sistemáticamente a TODO, a todos los sueños.

Supongo que lo que trato de expresar es que (y con esto, estoy recurriendo, si no a la “cura del habla”, sí a la de la “escritura”) a veces las personas, en nuestro empeño por ser “felices” a toda costa, sepultamos de nuestras vidas la mera idea de su justo contrario: la infelicidad. Nos creemos con derecho divino a todo; todo está al alcance… Hay un modo de vida imperante que nos infunde la idea de que somos merecedores de cualquier cosa que se nos ocurra, por imposible que parezca. “Impossible is nothing”, ¿recuerdas el slogan? Cognitivamente, la frase estaba referida al deporte, al esfuerzo, al sacrificio y a la lucha por alcanzar una meta física… ¿Subliminalmente? Bueno, no soy publicista… pero me da que había algo más en esas palabras…

Realmente pienso que la “atmósfera” que lo envuelve todo empieza a mancharse… Y que quizás una solución (si no definitiva, factible) sea la de entrenar una capacidad, una especie de “músculo del intelecto, de la psique” que no es otra más que la MISMIDAD (puede que alguna vez te haya hablado ya de eso…).

Estoy harto de tópicos; estoy harto de las personas que contestan a un tópico con otro tópico… al de “los andaluces (poner cualquier gentilicio…) son así o asá…” se contesta sistemáticamente y casi en tono solemne con un “… en todos los lugares cuecen habas; en todos los sitios hay gente de todas las calañas…” Escoja, de entre las dos sentencias anteriores, cual le resulta más patéticamente típica…

¿A dónde quiero llegar? No, ya basta… “nada es imposible si tienes la convicción adecuada…”, “… quién sabe lo que puede pasar algún día, quién sabe…”, “… la única condición para ganar es desearlo de verdad…”. No. Todos y todas tenemos unas limitaciones, y ser conscientes de ellas (o intentarlo, forzarlas para establecerlas), bien es cierto que nos puede hacer un poco “desgraciados”, sí… pero también más honestos con nosotros mismos.

¿Perseverancia? No siempre está justificada… ¿Se puede tropezar más de una vez entonces con la misma piedra? Sí, claro, no lo estoy negando, no lo estoy censurando. Pero no se puede vivir con la cara siempre en el suelo.

¿Qué pensarás tú de todo esto…?"