viernes, 23 de julio de 2010


Evocas...


"En su cabeza reinaba una confusión terrible, y se le ocurrió una idea: ¿Qué falta hacían en el mundo los doctores, los practicantes, los mercaderes, los escribientes, los mujiks, gentes que no eran libres? Porque las aves son libres, las fieras son libres; no temen a nadie y a nadie necesitan. ¿Y quién había dicho que había que levantarse por la mañana, comer al mediodía y acostarse al hacerse de noche, que el doctor era superior al practicante, que había que vivir en una casa y sólo se podía amar a la mujer propia? ¿Por qué no, al contrario, comer de noche y dormir de día? Saltar sobre un caballo sin preguntar quién es el dueño, galopar como un diablo por los campos, bosques y barrancos, en persecución del viento, amar a las mozas, reirse de todo el mundo...


El practicante tiró el atizador, acercó la frente al tronco blanco y frío de un abedul y se quedó pensativo. Su vida gris y monótona, el sueldo, la sumisión, la farmacia, los eternos tarros y cantáridas, le parecieron algo despreciable que ahora le producía naúseas..."


("Ladrones", Anton P. Chejov)