“(A veces, simplemente) PORQUE SÍ…”
La mujer sostiene el helado (es una tarde-noche especialmente calurosa, sobre todo teniendo en cuenta la región geográfica y la época del año). En realidad no sabe determinar a ciencia cierta cuáles han sido los impulsos (porque han sido varios) que le han llevado irremediablemente y sin posibilidad de marcha atrás hacia el quiosco en el que la chica con acné le ha desplegado todas las posibilidades de una carta de postres helados tan amplia como bizarra (y colorista, por supuesto).
Ha escogido el cono de vainilla con trufa y almendra, recubierto de una fina capa de chocolate con leche. Un “nuevo sabor” que la marca se ha arriesgado a lanzar para la temporada.
Sostiene el helado, y lo observa antes de empezar a retirar su envoltorio de papel duro y la tapa redonda de cartón que corona el cucurucho. Está absorta en esta tarea, se encuentra tan concentrada en la misma que no repara ni en el resto de transeúntes que se cruzan con ella y la observan, divertidos y un tanto perplejos algunos.
La capa superficial está comenzando a derretirse. Realmente desea comérselo, arrastrar su lengua por su superficie dulce mientras paladea la mixtura de sabores y siente cómo se colman sus instintos más primarios y, quién sabe, tan sólo este pequeño detalle, este arrebato inocente y compulsivo pueda ayudar a dar sentido a un día (siquiera a una hora más) enclaustrado entre tantos días (entre tantas horas iguales).
Entonces se dirige a la papelera más cercana, avergonzada de sí misma, de su falta de “autocontrol”, colmada de sentimiento de culpa, reparando por fin en el “espectáculo” que su actitud proyecta en derredor, y arroja el helado, intacto, con desdén, al fondo de la bolsa negra, reemprendiendo (falsamente digna, remedando orgullo) su trayecto.
“Realmente me apetecía comerme ese cono… pero no puedo parecer ‘una cualquiera’, eso sí que no…”.
(Basado en la viñeta de Manel Fontdevila en “El Jueves nº 1676, Extra SEXO: 100 preguntas sobre sexo que nadie se ha atrevido a responder”. La pregunta en cuestión era la nº 74: “¿Por qué nos parece que el sexo sin amor no tiene ningún sentido?”. La respuesta, en el título del post. Cada uno/a administra la gestión de su timón en función de su rumbo… aunque sea a la deriva…).
Quien la lleva la entiende.
La mujer sostiene el helado (es una tarde-noche especialmente calurosa, sobre todo teniendo en cuenta la región geográfica y la época del año). En realidad no sabe determinar a ciencia cierta cuáles han sido los impulsos (porque han sido varios) que le han llevado irremediablemente y sin posibilidad de marcha atrás hacia el quiosco en el que la chica con acné le ha desplegado todas las posibilidades de una carta de postres helados tan amplia como bizarra (y colorista, por supuesto).
Ha escogido el cono de vainilla con trufa y almendra, recubierto de una fina capa de chocolate con leche. Un “nuevo sabor” que la marca se ha arriesgado a lanzar para la temporada.
Sostiene el helado, y lo observa antes de empezar a retirar su envoltorio de papel duro y la tapa redonda de cartón que corona el cucurucho. Está absorta en esta tarea, se encuentra tan concentrada en la misma que no repara ni en el resto de transeúntes que se cruzan con ella y la observan, divertidos y un tanto perplejos algunos.
La capa superficial está comenzando a derretirse. Realmente desea comérselo, arrastrar su lengua por su superficie dulce mientras paladea la mixtura de sabores y siente cómo se colman sus instintos más primarios y, quién sabe, tan sólo este pequeño detalle, este arrebato inocente y compulsivo pueda ayudar a dar sentido a un día (siquiera a una hora más) enclaustrado entre tantos días (entre tantas horas iguales).
Entonces se dirige a la papelera más cercana, avergonzada de sí misma, de su falta de “autocontrol”, colmada de sentimiento de culpa, reparando por fin en el “espectáculo” que su actitud proyecta en derredor, y arroja el helado, intacto, con desdén, al fondo de la bolsa negra, reemprendiendo (falsamente digna, remedando orgullo) su trayecto.
“Realmente me apetecía comerme ese cono… pero no puedo parecer ‘una cualquiera’, eso sí que no…”.
(Basado en la viñeta de Manel Fontdevila en “El Jueves nº 1676, Extra SEXO: 100 preguntas sobre sexo que nadie se ha atrevido a responder”. La pregunta en cuestión era la nº 74: “¿Por qué nos parece que el sexo sin amor no tiene ningún sentido?”. La respuesta, en el título del post. Cada uno/a administra la gestión de su timón en función de su rumbo… aunque sea a la deriva…).
Quien la lleva la entiende.