GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS... (hacía falta ya...).
Pulgar pulsando la cuarta (cada uno tiene sus manías), y las yemas de la izquierda arrastrándose sin parar hacia la parte “gorda” del mástil en las escalas (aparte de su dedo anular izquierdo doblado y su nudillo roto y no muy bien sellado, algo que le mantuvo sin tocar casi más de un año)… son sus señas estilísticas más características y propias y, según el mismo confiesa sin pudor, también “sus mayores defectos y vicios que ya van a ser muy difíciles de corregir”…
“Sólo” diez años tocando, y además intermitentemente. Pero no toca otra cosa. Dice que tiene otras dos guitarras en casa (una española y una eléctrica), pero que “son más para cuando vienen los amigos… yo lo mejor que podría y sabría hacer con ellas sería jugar al tenis si las usara como raquetas…”. Jeff Ament (Pearl Jam), Antonio Fidel (El último de la fila) y Colin Greenwood (Radiohead) fueron los culpables de que se apasionara por el instrumento, en los tiempos del Bachillerato. “Luego el Heredia se compró un Samick negro y me dejaba tocarlo-aporrearlo de vez en cuando… y cuando me fui a estudiar a Granada, vi un Academy baratucho en un escaparate, y no me lo pensé ni dos minutos… Todavía lo tengo, por cierto… 19 años tenía en aquel entonces… un poco crecidito para empezar…”.
Sujeta un “Squier by Fender” rojo, de gama media-baja, al que ya le ha cambiado la cara más de diez veces, personalizándolo con botones tipo “Gibson”, con distintos golpeadores, con distintas pegatinas (casi siempre diseñadas por él mismo)… y asegura que lo quiere con locura, que está muy orgulloso de él y que sólo lo cambiaría por un “Marcus Miller-Jazz Bass o por nada”, porque “el rojito suena de escándalo, y parece que el mástil lo han hecho a la medida de mi mano… paso de pijadas y de marcas sólo por consumismo y por aparentar… si un instrumento suena bien y yo estoy a gusto con él, la inscripción de la pala es lo último en lo que nadie debería fijarse…”.
“PROTEGIDOS”, “SALA DE ESPERA”, “PUESTOS EN ESCENA”, “UBI SUNT”, y actualmente “SIN RENCOR” completan su currículum hasta el momento. La mayoría de sus compañeros destacan, además de un particular sentido del humor y excentricidad, la complicidad que ayuda a crear en directo, su constancia en la preparación de los repertorios, y un finísimo y acertado oído que casi nunca falla.
Así que, no: Luismi Palma no es un “virtuoso” del bajo (“ni falta que me hace, ni a ello aspiro…”, confirma él), pero es un bajista muy correcto, que pulsa cuando debe pulsar y con la intensidad que tiene que pulsar, que asume su papel con disciplina y generosidad, que sabe ganarse al público en el momento justo y salir “al rescate” si se tercia cuando algo se sale del guión encima de las tablas. Y apuesto a que a muchos y muchas les gustaría tenerlo en un estudio para grabar, llegado el caso… en un camerino (doy fe), seguro.
(Regalo anticipado de cumpleaños de un buen amigo que hacía tiempo que andaba un tanto "desaparecido"... Te quiero, hermano...).