Números “primos”... “Sin Rencor” y Miguel A. Palma en “Sala Vértice” (Zafarraya).
Imaginemos unos “bocadillos” de cómic en la foto de abajo:
M.A. Palma: ¿Pero... cómo te voy a firmar el bajo, “iscosciente”?
L. Palma: Déhate de tontunas y firma, primo, que este golpeador lo guardo yo y hasta lo plastifico...
Joven de la handycam Sony: (el de la barba se droga... nesecito pruebas fehacientes...).
Unos minutos antes, “SIN RENCOR” dedicaba su humilde y no-tan-breve-como-estaba-planeada actuación a este artista en ciernes y a sus incondicionales. De corazón, que es como mejor salen los conciertos. Por cierto que, por si alguien se quedó con ganas, volveremos el sábado 21 de febrero para hacer el repertorio completo (y seguro que algo más). El bajista es el único que está soltero, vuelvo a recordar, aunque “no-disponible” (risas enlatadas e inmerecidas). 
Sus números: 19 años recién cumplidos, 19 galas a la fecha de publicación, 8 veces (si no me falla la memoria) favorito de la noche, y 6 nuevos amigos (5+1 primohermano) incondicionales, ahora y cuando sea; para esto y para lo que se tercie... “Crisis... what crisis?”.
PD: De izquierda a derecha y de arriba abajo: Rubén Ruiz (teclados y voz), Antonio Bueno (batería y percusiones), Miguel A. González (guitarra eléctrica solista), Miguel Ángel Palma, Dani P. Platero (guitarra española y coros), Juanma Cortés (guitarra eléctrica rítmica) y Luismi Palma (bajista).
domingo, 1 de febrero de 2009
Nos llamaron y fuimos. La “Sala Vértice” (gracias, Jorge y María José) hasta el tope, shervesa y tapeo gratix y Miguel Ángel Palma deshaciéndose en abrazos de agradecimiento a todo el pueblo (toda la comarca) que, una vez más, le brindó su apoyo incondicional y le evitó un mal trago en un programa (“SE LLAMA COPLA”, Canal Sur) que cada semana va perdiendo más crédito (y credibilidad) y empieza a manejar herramientas marrulleras en pro de una audiencia insultantemente masiva. 18 de enero y, tan sólo cuatro días antes, una capa de unos 30 centímetros de nieve cubría el Llano de Zafarraya; y todos “asfixiados” por un calor humano que hacía inevitable el “arremangarse”.
