viernes, 27 de febrero de 2009



FRAGMENTO DE UNA (MALDITA Y NOCTÁMBULA) CARTA...

Mí querida... :

En la calle, lo mismo de siempre.

Con la salvedad lógica, propia de los tiempos que vivimos, de que los lobos empiezan a perder los complejos, y comienzan a desprenderse de las pieles de cordero con las que antes gustaban de abrigarse (“camuflarse” dirían algunos...). Ahí está, por ejemplo, la compañera y amiga que no duda a la mínima en robarte un trabajo para el que te habían llamado expresamente y que pocos días después descubres que se lo ha dado a su propio marido; muchos dirían que es comprensible, dado el estado de la economía. A mí me parece, sencillamente, deleznable.

Con la salvedad, tan ilógica, de esos amores imposibles, efímeros, tan improbables, que antes tuviste en la punta de los labios, que te dejaron acariciar por momentos (o al menos eso tú creíste) y que luego te arrancaron sin una nota de pre-aviso. Ahí está, como siempre pero algo más palpable, la evidencia, a cada paso, de que hay adicciones para las que algunas personas están configuradas desde el mismo momento de su alumbramiento. De que siempre venimos a enamorarnos o a “engancharnos” de la persona equivocada. Y nadie, tal vez, tenga la culpa.

Con la salvedad de que en noches como esta en la que tecleo, son preferibles los cigarrillos liados, hechos a mano. Los que puedes dejar sobre el cenicero, mientras te tomas una pausa para mirar la pantalla del móvil o echar una ojeada al jardín recién podado, y luego retomar con un solo click del encendedor. Al abrigo de una taza de un mejunje que evitará que duermas (porque nadie puede dormir en tales circunstancias), y de un calor artificial que, por mucho que lo intente, jamás conseguirá evocar al de la piel con la piel. Jamás.

Con la salvedad del acento, que ahora sí es castellano-puro, porque Julio deja paso a Marsé o hasta al propio Delibes; o hasta a las pésimas traducciones de Hesse, si me apuras. También era febrero cuando aquel “Lobo Estepario” que nunca me cansaré de decir que, en muchos sentidos, terminó salvándome la vida. Y con el “lobo” terminamos de cerrar el primer círculo... Uno de tantos.