martes, 20 de enero de 2009

DIME (DILE) QUE ME (LA) QUIERES…

Lo admito: no tenía ni idea de que el Ayuntamiento de Málaga convocara este tipo de certámenes…

Al lugar donde ahora (y temporalmente) ubico mi “despacho” no es extraño que lleguen publicaciones de este tipo, a modo de detalle, de gesto diplomático. Así que, buscando otra cosa por las estanterías, me topo con la recopilación de los ganadores y finalistas de la VI Edición del “Certamen de declaraciones de amor DIME QUE ME QUIERES 2006” del área de cultura del consistorio de la capital.
Después de que se me pasara el “susto”, tomo el pequeño librito (con una muy buena encuadernación y maquetación, todo hay que decirlo), me siento y ojeo el índice. Lo primero que me llama la atención es el título de uno de los pequeños relatos finalistas: “BLOG” de la canaria Ángeles Jurado Quintana. Claro, es el que leo primero (luego vendría “Cuaderno de Bitácora”, Tercer Premio, de Verónica García Moreno). Tengo que admitir que mi “obsesión” por la blogosfera empieza a resultar preocupante…


“Blog” es la historia de una mujer relativamente joven (esta pista la da el hecho de mencionar a Dave Grohl, ex batería de “Nirvana” y cantante y guitarrista de los “Foo Fighters” actualmente) que se debate entre la rutinaria convivencia con “Florencio”, su novio o esposo, y la incipiente atracción hacia “Julio”, su compañero de trabajo. En una suerte de ficticios posts, la actriz principal de esta obra nos va haciendo partícipes de la evolución de su estado mental y senti-mental, pero, y a diferencia de cómo algunos ya estamos desgraciadamente acostumbrados a ver en algunos blogs reales, sin caer en los dramatismos ni en las “niñerías” atropelladas de la adolescencia más entrañable. Esta es la magia de este relato corto o “cuento”: la plena identificación, en la mediana edad, que cualquiera de nosotros podríamos sentir con la autora (o, más bien, con la sufridora protagonista).
Al mismo tiempo, y por eso hago pública esta reflexión, la lectura de “Blog” ha abierto una pequeña brecha en mi mente enfermiza, al hacerme consciente de que yo mismo no he podido escapar a la tentación (y esto mis lectores más fieles y veteranos lo saben de sobra) de sacar a la luz en mis dos bitácoras digitales ciertas “declaraciones de amor” más o menos encubiertas y que, como ya alguien dijera sabiamente, “hacen buscar a quien quiera los tres pies al gato”.
¿Lo habré hecho bien, ya sea en el fondo o en la forma? ¿Es “ético” o, aún peor, cobarde hasta límites insospechados? Y lo más importante: ¿habrán surtido efecto o habrán caído, todas y cada una de las veces, en el pozo más hondo y oscuro de la indiferencia y el desapercibimiento?

“Julio debería ser partícipe de todo esto”, piensas-pero-no-dices cuando terminas el último párrafo… Y luego se te queda una cara de gilipollas supina cuando cambias un nombre de papel por otro, femenino, de Registro Civil y muy señor mío. Y hasta tragas saliva…