sábado, 5 de abril de 2008


Soñé contigo, con ella, con ello...

Yo corría tras de alguien... no sabría decir exactamente quien era, pero era seguro que era una figura femenina. Tampoco recuerdo bien si era de noche o simplemente que el fondo que enmarcaba al sueño en sí era oscuro, demasiado oscuro... y sólo la imagen de aquella chica corriendo desesperadamente y sin mirar atrás, como huyendo de algo (algo que era yo), era lo único visible en esas dulces cegueras resultado del cansancio y, a la vez, del descanso extremo que siempre significa y que siempre supone soñar.

Yo no sé si pueden distinguirse, discernirse “sentimientos” mientras sueñas, pero también recuerdo cómo la impotencia del no saberse “temido” con un por qué exacto, estaba presente en ese inmenso “travelling” que suponía su huida, y mi carrera agotadora, mi sube y baja, mi respiración cada vez más dificultosa conforme, al fin, le iba ganando la espalda y recortaba las distancias.

Luego, como por sorpresa, me daba cuenta de que ella se reía, de que la persecución no era dramática, que no era más que un juego inocente, un “a ver si me alcanzas”... pero yo no me divertía, yo no encontraba un sentido lúdico a aquel esfuerzo, y la certeza de que perseguía un objetivo concreto se instalaba en la subconsciencia del que sueña y ya presiente que recordará vívidamente las escenas.

Así que levanté mi brazo, y los dedos de mi mano se estiraron hasta alcanzarla por el cuello y detenerle la travesía torpe... y la otra mano sujetaba la frente, y al fin, cara a cara, boca a boca, en un giro violento; todo en una quietud rodeada de un crepúsculo amarillento, rojizo, púrpura... indefinible.

Y ella cierra los ojos, y yo sólo veo los ojos vivos, que sí que se mueven, pero tras algo... sólo hay vida en esos escasos centímetros cuadrados de su rostro... y ella los cierra, y me abraza, y se entrega, y debería abrir una boca carnosa dirigiéndose hacia la mía, y la “recompensa” del beso. Pero sus labios están inmóviles, y yo acaricio su mejilla, contrariado, y el tacto de porcelana, de esmalte, hace caer la espada de Damocles sobre mi cabeza y nubla mi vista...

Y es una máscara... y yo la arranco, con fuerza, sin desdén...

Y soy yo el que corre ahora, el que huye... y un grito inhumano rompe lo oscuro, y ya todo es luz, todo es un fulgor que abrasa las retinas...

Y despierto.

No hay comentarios: