De cuando me hacía ilusión…
Decían por ahí que la fe y la esperanza eran los únicos instrumentos que conseguían nivelar la balanza en la que, en el extremo opuesto, se situaban la pena y la angustia. Esto salió, al parecer, de la Biblia.
[Un escritor cubano decía que, entre las obras IMPRESCINDIBLES tras la lectura de las cuales ya NO era necesario buscar más, pues en ellas se contenía todo lo que la literatura podía ofrecer (bueno, yo discreparé un poco de esta aseveración...), la Biblia, leída “como una novela” ocupaba un lugar relevante. Nunca aclaró si entendía sólo por “Biblia” al antiguo testamento (el del Dios castigador e iracundo); al nuevo (el del Dios misericordioso y mártir en la figura de su enviado); o al conjunto de los dos.
El idiota de Luismi se lo tomó en serio hace algún tiempo. Obviamente, no he sido capaz de leer el “librito de bolsillo” entero, pero sí que me he entretenido en algunos “capítulos” interesantes, como el del Éxodo o el del Apocalipsis. Si conseguís no tomarme por loco, os recomiendo este “ejercicio” de cuando en cuando.
Y sí, cinéfilos/as: este escritor es mostrado en la peli “Antes que anochezca” de Schnabel y protagonizada por Bardem, basada en la vida de Reinaldo Arenas; pero en el libro homónimo, el cual constituye las memorias oficiales del señor Arenas, este episodio se cita igualmente y, por tanto, debo darlo por cierto.]
De cuando me hacía ilusión sentirme inclinado por un lado en concreto de la balanza mencionada al principio, recuerdo la agradable sensación de escapar de la nada agradable sensación de sentirme “cosificado”. Luego, cuando pasó el tiempo y la indiferencia por los platillos se hizo palpable, y pude situarme en un plano más distanciado e imparcial, empecé a darme cuenta de que se podía identificar a los “cosificadores/as” con la suficiente antelación. Mas me resigné y me dejé deslizar hacia el lado opuesto, aceptando mi destino como cosa, y pasé a llamarme “Luismi Cosa Cosa”. Yo era una cosa en manos de un cosificador/a (normalmente, lo segundo, el femenino…); y claro, las cosas se desgastan, las cosas terminan aburriendo y se cambian por otras cosas en apariencia mejores.
De cuando me hacía ilusión volver a convertirme, concluido periódicamente el ciclo, en otra cosa (mariposa), se ve que no aprendí nada. Harto de escuchar las mismas semblanzas, los “son cosas que pasan…”, “te prometo que las cosas van a cambiar…”, “cuando las cosas se ponen así, es mejor dejarlo…”, etc.,… volvía y vuelvo a por mi dosis.
De cuando me hacía ilusión... sí, hombre, ilusión... esto... bah, ya ni me acuerdo... No pasa nada; son cosas mías.
Decían por ahí que la fe y la esperanza eran los únicos instrumentos que conseguían nivelar la balanza en la que, en el extremo opuesto, se situaban la pena y la angustia. Esto salió, al parecer, de la Biblia.
[Un escritor cubano decía que, entre las obras IMPRESCINDIBLES tras la lectura de las cuales ya NO era necesario buscar más, pues en ellas se contenía todo lo que la literatura podía ofrecer (bueno, yo discreparé un poco de esta aseveración...), la Biblia, leída “como una novela” ocupaba un lugar relevante. Nunca aclaró si entendía sólo por “Biblia” al antiguo testamento (el del Dios castigador e iracundo); al nuevo (el del Dios misericordioso y mártir en la figura de su enviado); o al conjunto de los dos.
El idiota de Luismi se lo tomó en serio hace algún tiempo. Obviamente, no he sido capaz de leer el “librito de bolsillo” entero, pero sí que me he entretenido en algunos “capítulos” interesantes, como el del Éxodo o el del Apocalipsis. Si conseguís no tomarme por loco, os recomiendo este “ejercicio” de cuando en cuando.
Y sí, cinéfilos/as: este escritor es mostrado en la peli “Antes que anochezca” de Schnabel y protagonizada por Bardem, basada en la vida de Reinaldo Arenas; pero en el libro homónimo, el cual constituye las memorias oficiales del señor Arenas, este episodio se cita igualmente y, por tanto, debo darlo por cierto.]
De cuando me hacía ilusión sentirme inclinado por un lado en concreto de la balanza mencionada al principio, recuerdo la agradable sensación de escapar de la nada agradable sensación de sentirme “cosificado”. Luego, cuando pasó el tiempo y la indiferencia por los platillos se hizo palpable, y pude situarme en un plano más distanciado e imparcial, empecé a darme cuenta de que se podía identificar a los “cosificadores/as” con la suficiente antelación. Mas me resigné y me dejé deslizar hacia el lado opuesto, aceptando mi destino como cosa, y pasé a llamarme “Luismi Cosa Cosa”. Yo era una cosa en manos de un cosificador/a (normalmente, lo segundo, el femenino…); y claro, las cosas se desgastan, las cosas terminan aburriendo y se cambian por otras cosas en apariencia mejores.
De cuando me hacía ilusión volver a convertirme, concluido periódicamente el ciclo, en otra cosa (mariposa), se ve que no aprendí nada. Harto de escuchar las mismas semblanzas, los “son cosas que pasan…”, “te prometo que las cosas van a cambiar…”, “cuando las cosas se ponen así, es mejor dejarlo…”, etc.,… volvía y vuelvo a por mi dosis.
De cuando me hacía ilusión... sí, hombre, ilusión... esto... bah, ya ni me acuerdo... No pasa nada; son cosas mías.
1 comentario:
Exteriorizar y escribir son dos acciones eficacísimas para depurar el sistema neuronal.
Yo las recomiendo siempre con entusiasmo.
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