Buff...
Ocurre pocas veces. Pero algunas, hay hombres que dejan de ser hombres, y se convierten en lagartijas. No en su apariencia externa, no. La mayoría de sus congéneres jamás advierten, ni advertirán su particular metamorfosis. Y ha pasado. Y es que estas lagartijas bípedas tienen un don muy particular, que es el del “camuflaje social”, y saben muy bien guardar las apariencias.
Se arriman y se dejan bañar, en cada momento y en cada lugar, en cada circunstancia, por el sol que más favorece a sus intenciones. Y reptan, con un movimiento característico y difícil de advertir por el ojo humano inexperto, buscando cuellos, orejas y hombros (a qué mentir... normalmente de ejemplares “hembra” no trasmutados), sobre los que verter sus lenguas bífidas y sus sibilinas y mayúsculas y grandilocuentes palabras en jerga confusa.
El “lagartijo” humano se diferencia de sus primos no-humanos en su increíble capacidad para renovar su cola a velocidades estratosféricas, de modo que, dentro de un mismo espacio cerrado, puede desprenderse de ella varias veces y dejarla en movimiento (movimientos compulsivos que arrasan con todo el mobiliario circundante) para, inmediatamente, hacerse crecer otra que volverá a usar con fines innobles dentro de su área de acción.
Realizará, superficialmente y como fase preparatoria antes de acometer cualquier salida del escondrijo, un estudio de todos los temas susceptibles y potenciales de conversación, porque el reptil nunca puede dejar de opinar y de ejercitar su mandíbula (probablemente como estrategia compensatoria, logrando así dejar descansar a su única y atrofiada neurona, alojada en su diminuto cerebro). Bajo ningún concepto.
Su sangre, también a diferencia de las especies comunes y no-humanoides, es extremadamente caliente (no se ha confirmado, pero se presupone que esta es una de las razones por las que su instinto copulador y fornicador está especialmente desarrollado). Es por ello que su biorritmo es esencialmente nocturno, y sus vestimentas, mayoritariamente conformadas por “camisetas-cortas-poperas-underground-indyes-de grupitos-musicales-supuestamente-chachis-de-esos-de-“ah-¿pero-no-has escuchado-su-último-disco-del-94?-no-mereces-mi-atención” en primavera y verano y “forros-polares-de-Decathlon-soy-senderista-ecologeta-y-súper-guay” en otoño e invierno, ayudan a no angostar su dermis acartonada y con aspecto viejuno...
En mi biotopo, acabamos de identificar a un ejemplar de una subespecie muy particular: el “lagartijo-lapa”, magnífica (BIOLÓGICAMENTE hablando) combinación de reptil y molusco pedante y particularmente odiable y desagradable a la vista. Al parecer, y tras una investigación exhaustiva, su origen genealógico es de climas más frios, con lo cual, las ramificaciones hacia climas más suaves vendrían a ser un fenómeno interesante a la par que temible.
Nos empezamos ya a disputar los “zoólogos” aficionados de la zona, la oportunidad de “machacar” (llámenle “partir la cara”, “pisotear hasta la muerte agónica” o “clavar estacas infectadas de piretroides”) al individuo en cuestión para darle un baño de formol y prevenir a las generaciones futuras.
Ojalá me toque a mí. Ojalá...
martes, 3 de junio de 2008
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2 comentarios:
Tendras que explicarme este ultimo pensamiento tuyo,ya que por culpa de mis limitados conocimientos,
tiendo a confundir conceptos e ideas y suelo meter la pata y bien
metida.
Solo espero que no tenga nada que ver con mi faceta infantil de "asesina de lagartijas"..besos
::: ese se ha venido de climas mas frios porque en Torrox está el mejor clima de Uropa ( leído esta mimma mañana en el diario mas leido de Espalla y el que mas falta de ortografia comete a la vez )... habrá que pasarse algún día...
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