EL NADADOR Y EL ASMA
Yo también cruzaría a nado los ríos
infestados de carnívoros prejuicios
sólo por curar las heridas de Silvia.
Sólo por, una vez, mesar el cabello corto y moreno.
Porque nadie va a tender esos hilos, ni a
construir esos puentes en tanto que yo me recreo
en los monzones de mis pestañas.
Una brazada. Mil brazadas.
Yo también lucho por cada bocado de aire,
y golpeo los espejos en los que mi nariz
apunta a otro lado; y concilia el sueño.
Yo también pasaría las noches junto a su cama,
la paupérrima cama de tablones de Silvia.
Con el itinerario, cambiante, tatuando las sienes.
Con el punto de destino, inmutable, enquistado en la boca.
Yo también cruzaría a nado los ríos
infestados de carnívoros prejuicios
sólo por curar las heridas de Silvia.
Sólo por, una vez, mesar el cabello corto y moreno.
Porque nadie va a tender esos hilos, ni a
construir esos puentes en tanto que yo me recreo
en los monzones de mis pestañas.
Una brazada. Mil brazadas.
Yo también lucho por cada bocado de aire,
y golpeo los espejos en los que mi nariz
apunta a otro lado; y concilia el sueño.
Yo también pasaría las noches junto a su cama,
la paupérrima cama de tablones de Silvia.
Con el itinerario, cambiante, tatuando las sienes.
Con el punto de destino, inmutable, enquistado en la boca.
1 comentario:
Magnífico poema. Lo digo ya con cautela, el exceso en el elogio que caracteriza a la blogosfera me parece agobiante, y provocado su completa banalización - la del elogio-.
Publicar un comentario