Ñapa...

Te tiras al arroyo con poco más que tu arrojo. Gastas lo poco que tienes en ese momento en instrumentos que, de sobra sabes, serán los primeros pero no los últimos. Mil problemas de afinación, de “quintado”; masas y ruidos como de ultratumba que viajan procedentes de mil hemisferios digitales que maldita sea la hora que controlas; tecnicismos y anglicismos que se superan a base de “ensayo-error” y de un manoseo que esperas que nadie te descubra ejecutando. Frío o calor, pero siempre, el “ruido” que te hace nómada, en un periplo para encontrar el laboratorio correcto en el que ya intuyes que, de todos modos, no lloverá a gusto de nadie. Alambre, tenaza, cinta americana o aislante, celo y, en el mejor de los casos, soldador y estaño para resucitar los cables víctimas del óxido, de la humedad y de la herrumbre...

No importa... cuando las baquetas dan los cuatro toques, a ti nadie te hace ya sombra...

Foto: Luismi Palma, en “La casa de aperos”...