Podría haber sido peor… podrías haber sido TÚ…
“A ver cuándo actualizas el blog, macho…. que ya me he leído veinte veces la misma entrada…”
No le falta razón. Y sobre todo, viniendo de quién viene, es para tenerlo en cuenta. Pero qué quieres que te diga, amigo, se hace realmente difícil. Por un lado, siempre me pasa lo mismo y lo sabes: cuando termino un poemario nuevo llega una “crisis” (la última de casi un año), para redefinirse, para LEER mucho y de muchos y muchas, para re-escuchar esos discos tan “raros” que sólo oímos los “camisas-negras” como tú y como yo.
Luego está eso que algunos dicen, y es que cuando escribes un blog PERSONAL desde hace tanto tiempo… y tu vida da un giro tan bestia (para bien), y compartes la cama y hasta el portátil… es que se hace raro seguir con esa dinámica, porque te sientes un tanto “observado” y auditado. No diré que esto no sea así en cierto modo, aunque el efecto y la causa no converjan tanto como podría parecer. Más bien es que, en el fondo, dejas de ser un lúgubre, un oscuro, un “triste” y un corta-venas en potencia, y a lo mejor las penas son otras que, bien mirado, tampoco es que sean penas.
Escribo, sí. Constantemente. Lo que pasa es que luego cuando me siento aquí, se esfuma. Como aquella vez que nadaba en la piscina, solo, ya en septiembre, en una mañana de sábado, y se me ocurrió aquel post tan mordaz sobre los “suelos” de las hipotecas. O cuando lo de aquella trama de corrupción (omitamos nombres), cuando sólo una cadena de TV (omitamos nombres) apuntó que en los despachos pertinentes TAMBIÉN se podía ver la TRISTEZA en el semblante de algunos representantes políticos (sí honrados) ante lo que estaba ocurriendo, y yo también recordaba algo similar, y quería hilarlo… Pero no, luego se esfuma. Tantas cosas, por otro lado, que sabes que hemos tenido en la cabeza en todo este tiempo… ¿verdad?
Ya no hay tantos mensajes “encriptados” en los blogs de aquellos y aquellas (acaso nunca existieron); mensajes a los que responder de alguna manera. Todo el mundo (lamentable epifanía) está demasiado centrado en su ombligo. Igual muchas cosas eran mentira (también a mí me acusaron de impostar todos mis “te quieros” y todos mis gestos de cariño, no sé de qué me extraño), o igual ahora, a ratos, uno se ve reflejado en ese espejo tan sucio, y esa reconfortante sensación de “endemismo” o de “anomalía” se atenúa… Tú te vas (uno siempre se va a ratos, pero no del todo, como decía Benedetti), pero nada se ha inmutado, y el ego desaparece por el desagüe tan rápido que no deja ni eco…
Tú argumentarás que bien me someto demasiado a los antojos y a los manejos de algo contra lo que siempre (tácitamente) hemos sentido repulsa; o bien que me refugio en excusas de saldo y circunstanciales… Pero escribo, sí. Y constantemente. Y me auto-publico con gestos, con parpadeos, con la lista de la compra o con el café que hoy te pago porque mañana lo pagarás tú. O no. Y en esas páginas sólo los lectores más experimentados encuentran el mapa del tesoro, amigo.
¿Versos? No, ya no más (en un tiempo). Pero, recuerda: bien sabes (muy bien lo sabes), que podría haber sido peor. Mucho peor.
Salud.
(Ilustración: Martín Rusca).