No me cuentes tu (puta y vacía) vida (niño pijo)… y yo haré lo propio.
Eran dos. Dos bolsas de “snacks” de Mercadona (Ruedas de Patata, para ser más precisos) que estaban en el montón de residuos vegetales que un par de días después iban a quemar en la finca donde yo estaba trabajando aquel jornal. Me di cuenta de que no estaban abiertas. Me acerqué y miré la fecha de caducidad… faltaban aún dos meses. Vista a la izquierda y luego a la derecha, y el gesto disimulado de cogerlas y arrojarlas al maletero. Eso, y una lata de Coca-Cola robada de la nevera del cortijo, conformaron mi comida de aquel día.
Media hora después, saboreando el café soluble y barato en el sofá de casa, empecé a entender mejor por qué a veces mis padres parecían tan serios (tristes) sin motivo aparente. Algunos días… en la “otra” casa.
Eran dos. Dos bolsas de “snacks” de Mercadona (Ruedas de Patata, para ser más precisos) que estaban en el montón de residuos vegetales que un par de días después iban a quemar en la finca donde yo estaba trabajando aquel jornal. Me di cuenta de que no estaban abiertas. Me acerqué y miré la fecha de caducidad… faltaban aún dos meses. Vista a la izquierda y luego a la derecha, y el gesto disimulado de cogerlas y arrojarlas al maletero. Eso, y una lata de Coca-Cola robada de la nevera del cortijo, conformaron mi comida de aquel día.
Media hora después, saboreando el café soluble y barato en el sofá de casa, empecé a entender mejor por qué a veces mis padres parecían tan serios (tristes) sin motivo aparente. Algunos días… en la “otra” casa.