Postales de viaje (prólogo).
La pastillita bendita y el asco que me das...
La pastillita bendita y el asco que me das...
Cuando el medicamento comienza a hacer efecto, se desencadena una liturgia meticulosa, mecanizada que, invariablemente sigue los mismos pasos (salvo honrosas excepciones, claro, que sin embargo no restarán autoridad a la ley general). Lo primero, casi siempre, es la sensación de frío; hasta en verano. La cara se languidece y parece que incluso costara mantener las gafas en su sitio (no se si es una sensación o es real, pero crees que quisieran caerse cada treinta segundos). Luego, la querencia por una posición horizontal (hay un hormigueo en las piernas que es casi constante, no intermitente) o por una postura de sentado que lastima las dorsales por el encorvamiento evidente, y es que la cabeza parece aumentar de peso súbitamente.
La mente se dispara, pero es como si consiguiera subdividirse y competir, paralelamente, en varias calles al mismo tiempo, en una especie de carrera ralentizada, como si se estuviese retransmitiendo a cámara lenta. Por los “movimientos” de cada uno de los razonamientos se deduce que éstos poseen una potencia sublime y, sin embargo, consiguen mesura y elegancia; temple.
Es el momento de afrontar las grandes preguntas, y el momento de (como ya dije en alguna otra ocasión) comprobar que se puede “escribir” sin papel, sin lápices o tintas sintéticas. Son innumerables las verdades a las que puedes encarar entonces, porque estás tan débil que serías incapaz de cometer ninguna “tontería” (como antaño). Asumir que sólo tú eres el responsable de lo que ocurre se convierte en algo tan triste, lamentable y horroroso como edificante y placentero a la vez.
Tú, y sólo tú sabes por qué lo estás haciendo, por qué necesitas ese “blister” de cápsulas a mano (y convenientemente ocultas), pero, ¿cómo explicarlo, cómo intentarlo siquiera?
Piensas en (recuerdas) todas esas peroratas que las reinas sin corona han tenido a bien regalarte desde sus fríos púlpitos de mármol, y preguntas (a solas y en voz alta) cómo tal grado de cinismo ha conseguido repoblar e infectar la superficie del planeta. La gente ha olvidado mirar a los ojos a sus semejantes... supongo que todos hemos olvidado lo que es mirar hacia adentro. Somos una escuela de aspirantes a actores y actrices muy aventajados, qué duda cabe ya de eso... Os miro, empoltronadas e infelices, sentando cátedras de felicidad meliflua, superflua; sois sumideros de energía que no quieren ser felices, que juegan a aparentar ser fuentes y que están secas...
¿Quién sabe VIVIR? Nadie va a contestarlo, dejad de engañaros...
Se supone que (y según la dosis –la cual yo, por cierto, suelo rebasar conscientemente) luego viene el picor de ojos y, tal vez, la ansiada somnolencia. Pero ocurre que, aunque no siempre, el tirano “realizador” de tu programa cerebral vuelve a acelerar el ritmo de la secuencia de los “atletas” y, sin previo aviso, todo empieza a no servir de nada. El deseo “innombrable” comienza a llamar a la puerta, pero eso que llaman “responsabilidad y decoro” (otras acepciones: las “buenas formas” o el “saber estar”) llaman al cerrajero de urgencias que se teletransporta y aparece como por obra de generación espontánea para reforzar las cerraduras; si acaso colocar alguna nueva.
Vuelves al cajón (maldito para muchos, inexistente para casi todos) y cometes el error (¿el error?) de evitar empezar una revolución de consecuencias calamitosas y sin héroes ni mártires, sin instantáneas que alguien convertirá en póster para decorar una pared.
Dicen que es más rápido bajo la lengua, pero el sabor es, sencillamente, insoportable.
Yo no se vivir (y tampoco he afirmado jamás querer ni hacerlo) pero, que se jodan, ellas tampoco, y caen de bruces (aunque creen que no nos damos cuenta) una y otra vez en los agujeros, en los socavones que crean sus propias contradicciones vitales. Todos los abuelos lo dicen, y cualquiera lo rebate: cazar a un mentiroso casi siempre es pan comido. Porque esto es “cobarde”, arguyen... Pero más deleznable es mentir, y el cobarde no siempre es un mentiroso, o un traidor; pero a la inversa suele ser irrefutable. De lo “moral” ya habrá tiempo (tal vez) de hablar en la siguiente ingesta. O no. Además, qué coño, yo soy un enfermo diagnosticado, no un profeta sin pueblo...
Con la segunda todo se desencadena (siempre teniendo en cuenta la composición que, en este caso, es “media”). La lengua y el encéfalo se mudan a las falanges de las manos; y es casi preferible: las horas intempestivas y la “mudanza”. En definitiva, la total ausencia de potenciales víctimas en cientos de metros a la redonda. Escalofríos y párpados acoplados a imaginarios yunques, y una extraña flotabilidad en el ambiente más próximo. El deseo autodestructivo ha encogido las orejas y ha escondido el rabo entre las piernas (si es que alguna vez un rabo pudo localizarse en un lugar distinto...). El destructivo y ajeno, no obstante, se crece y ahora mide mil metros, y lo circunda todo. No, es broma... el humor se acidifica, sabrán disculparlo los ácaros, los opiliónidos, los rastreros que urbanizan (inevitablemente... sí, en su casa también, asúmalo) los intersticios de las solerías...
Es el tiempo de los abalorios, mis queridos amigos. Realzan la “belleza” y disimulan la herrumbre “de dentro”. Distraen la atención. Es penoso, y no tanto como la no-certeza de una justicia poética que, si acaso se hace patente, tal vez nos coja “a todos calvos” y a “six feet underground” (o chamuscados en vete a saber qué cilindro). Perdone, ¿que no me entiende, dice? Si rodea la manzana verá una cola inmensa con instancias, sugerencias y preguntas vacías de contenido. Pida la vez... Tiempo es lo que sobra para intentar arrojar luz. Le prometo, señorita, que su caso será tenido muy en cuenta.
No podía ser de otro modo. ¿Es que no han escuchado las campanas, por el amor de dios (en minúscula)? ¿Hacia dónde estaban mirando cuando la chica neumática en traje de baño ha saltado al cuadrilátero con la cartulina del número estampado?
Es el QUINTO... El barbitúrico no me deja recordar ahora (lo apunto en la agenda, no se preocupe, como “tarea y cuestión pendiente a responder en breve”) a cuántos estaba pactada esta estúpida pelea, pero, no sé, algo me dice que era de las largas y tediosas (y no es una voz interna, no me confunda, tan inteligente como presume de ser, señorita... los depresivos-obsesivos con malformaciones cerebrales no tenemos nada que ver con los esquizofrénicos, joder ya...). Es el QUINTO ROUND. Mi “manager” lo ha dejado claro, clarito: “ahora no hay contemplaciones, Púgil... ahora no hay colores en los títulos... ahora no hay pudor, nenaza... si no quieren leerlo, si les molesta, si se sienten golpeados (léase también “aludidos”), que se vayan a la esquina, fiel amigo... Mira cómo te han dejado la cara; no hay derecho... ¿recuerdas lo de aquel otro? Como era... “si te golpean una vez, pon el otro pómulo a la vista... si te golpean dos veces, levántate... si te golpean tres veces, golpea tú, imbécil” Ya te has pasado una, socio, deja de ser tan condescendiente...”.
Ahora caen los hombros. Una chispa, como una pavesa, vuelve a despabilarte por segundos; pero es tan fugaz, siempre es tan fugaz... los objetos afilados a distancia prudencial. Hay balas, sí, pero nada con qué dispararlas. No, no importa... sólo era una idea para otra videocreación. Pero esta vez no se la voy a enseñar... ¿para qué?
Yo no me infravaloro, estúpida vampira de vida. Yo lucho por amanecer cada día, cada jornada. Eres tú quien me infravaloras, no sólo a mí, solo por negar lo evidente, que es la nausea que te provoca tu propio reflejo en todos los cristales; reales o imaginarios. ¿Qué haces tú por ti misma, por mí; qué aportas a todo esto? Yo me lo haría mirar aunque (y no sabes cómo lo siento) a ti ni la química va a poder ayudarte. ¿Quién gana por puntos ahora? Si levantan al final mi brazo y el foco me apunta, puedes quedarte con mis guantes de regalo... Espero que los conserves mejor que todos los párrafos que te entregué en custodia.
Los dedos buscan el sustrato. Hora de... de quién sabe... Ah, sí: de cagarse en tu “coherencia burguesa y acomodada” y en lo “políticamente correcto”.
Y empieza el puto 2009...