VOSOTROS...
Vosotros me habéis oído invocar una verdad. Y hasta una
carcajada, elevando las manos (pero no al cielo, al cielo no.
Nunca al cielo); vosotros la habéis oído...
Vosotros no podréis negar jamás, ni tan siquiera
llevados por la (no) nostalgia, que añoráis un abrazo,
un anhelo, una llamada, un derrapaje que os lleve
a alejaros del paseo prefijado o del gasto (vil)
tan previsible, de la convención de almas muertas
que ya os aguarda todos (todos) los días señalados
en el subconsciente (sin tinta)...
Vosotros me habéis visto, bohemio, exasperante,
asustadizo, renqueante, pero nunca en las
esquinas más tenues (valiente)... Y siempre interrogándoos, como el
que sólo se alimenta de respuestas sin palabras audibles,
esperando, ávido, un brillo en el iris, o en los párpados que
nunca (y tan siempre) se os ven agotados.
Vosotros bien sabéis que yo sólo ansío entrar en su alma. Sólo.
Solo. Sin nadie; desnudo y arropado por el verso preciso...
Y vosotros hacéis sonar la campana (bien alta) siempre
a sotavento. A sotavento...
martes, 5 de febrero de 2008
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