Fugacidad...
Me enamoré. Sin remisión. De la violonchelista que interpretaba la Suite nº 2 de Bach en Re menor... De un preludio que era el de la pieza; pero yo cerraba los ojos y era otro preludio, siempre es otro... hasta el “Gigue”, que termina llegando, cruel. 20 minutos que parecen 20 vidas de 20 años... con sus 20 muertes tan diferentes y tan injustas (como sólo pueden serlo las que llegan a destiempo, tan a destiempo).
Pudo haber tocado la primera, la nº 1... Pudo haber tocado a Haydn... pudo haber interpretado a Boccherini... pero tuvo que ser la segunda... Bach.
John Paul Jones, el bajista de Led Zeppelin, afirmó (no sin riesgo) que todas las líneas de bajo estaban ya inventadas por Bach. Nada nuevo bajo el sol en los próximos milenios, compañeros... todo estaba (y está) ahí, según el británico.
Pero ¿cómo podía yo pensar en mi Némesis de cuatro cuerdas, en Jones o hasta en el mismísimo Johann Sebastian con ella a tan sólo dos metros, con sus ojos cerrados, con su boca entreabierta, con su cola de caballo trasmutada en péndulo caprichoso, acariciando el diapasón con las yemas de sus dedos?
No pude mirarla después. Nunca hubiera osado... Recompuse mi chaqueta, abroché el botón superior (sólo el superior... siempre, sólo el superior...), guardé el programa y le pedí, le rogué a C... “inmortalízala, por favor... regálamela, captura el instante...”
Me desenamoré, claro, sin remisión. De la violonchelista, claro. Siempre es una violonchelista, y un arco... y yo siempre soy cuatro cuerdas. Desafinadas...
PD: Cuasi-real... cuasi-ficticio...
Me enamoré. Sin remisión. De la violonchelista que interpretaba la Suite nº 2 de Bach en Re menor... De un preludio que era el de la pieza; pero yo cerraba los ojos y era otro preludio, siempre es otro... hasta el “Gigue”, que termina llegando, cruel. 20 minutos que parecen 20 vidas de 20 años... con sus 20 muertes tan diferentes y tan injustas (como sólo pueden serlo las que llegan a destiempo, tan a destiempo).
Pudo haber tocado la primera, la nº 1... Pudo haber tocado a Haydn... pudo haber interpretado a Boccherini... pero tuvo que ser la segunda... Bach.
John Paul Jones, el bajista de Led Zeppelin, afirmó (no sin riesgo) que todas las líneas de bajo estaban ya inventadas por Bach. Nada nuevo bajo el sol en los próximos milenios, compañeros... todo estaba (y está) ahí, según el británico.
Pero ¿cómo podía yo pensar en mi Némesis de cuatro cuerdas, en Jones o hasta en el mismísimo Johann Sebastian con ella a tan sólo dos metros, con sus ojos cerrados, con su boca entreabierta, con su cola de caballo trasmutada en péndulo caprichoso, acariciando el diapasón con las yemas de sus dedos?
No pude mirarla después. Nunca hubiera osado... Recompuse mi chaqueta, abroché el botón superior (sólo el superior... siempre, sólo el superior...), guardé el programa y le pedí, le rogué a C... “inmortalízala, por favor... regálamela, captura el instante...”
Me desenamoré, claro, sin remisión. De la violonchelista, claro. Siempre es una violonchelista, y un arco... y yo siempre soy cuatro cuerdas. Desafinadas...
PD: Cuasi-real... cuasi-ficticio...
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