martes, 12 de febrero de 2008


De ectoplasma...

Hay personas que se te meten tan, tan dentro de la piel, que entonces ya no. Ya no es sano que permanezcan ahí por mucho más tiempo. Otras se meten tan dentro de tu cama, de tus sábanas, que a veces te sorprendes reclinado ante esos trozos de tela inmaculados intentando recrear un movimiento espontáneo, pasional, que nunca es el mismo. Con suerte, unas y otras, a veces son las mismas. Esto sólo ocurre en un ínfimo porcentaje de ocasiones, y todos deberíamos sentirnos orgullosos de ser alguna vez los “elegidos”; testigos y actores a la vez de ello.

Un día ya no puedes compartir el sueño y la respiración involuntaria junto a ellas. Pero sus epiteliales siguen dentro de las tuyas, en tu torrente sanguíneo, en tu torrente de tinta, en tus versos y en tus prosas, en las estanterías de los supermercados, los boquereles de las estaciones de servicio, en el azúcar y el aceite de tu cocina, en las pinzas de madera de tu tendedero, en el filamento de todas y cada una de las bombillas que iluminan la sempiterna oscuridad de las habitaciones de tu casa. Te acompañan en tu trabajo, en tus borracheras cada vez más anecdóticas, en tu garganta cuando cantas (apoderándose de ella) y en tus dedos cuando (cada vez menos) tocas unas cuerdas.

Están en el cristal de tus gafas cuando fijas el rumbo a través del parabrisas. Peligrosas, maldirigen tus dedos cuando éstos se posan sobre determinados teclados y, demasiadas veces, te impiden accionarlos cuando es eso lo que deberías hacer.

Son tus “fantasmas”; son los más peligrosos, porque son los únicos que no temen manifestarse en cualquier momento. Intentas aprender a convivir con ellos, convencido ya del todo de que nunca dejarán de hacerse presentes. Patentes.
Otros, los “inofensivos”, terminan abandonándote. Son los que están “incompletos”. Son los de aquellas personas a las que nunca has besado, acariciado. Sueñas con ellas mientras sueñan. Mientras tienes la certeza de que dejan descansar a sus párpados y duermen sin ropa, solas o en compañía de otros. Víctimas de un llanto “exfoliante” se terminan exiliando; y sólo es cuestión de dejar pasar los días, los meses... en el peor de los casos, los años.

Pero los espectros... los que te cosen los labios o te hacen vomitar las letras indiscriminadamente... los que mueven la muñeca a deshora, y la controlan... esos ya no. Ya no descansarán hasta que tú descanses por siempre.

Porque tú nunca serás uno de ellos (mas sí, siempre de ellos). Tú nunca serás una ánima que ulula.

A ti, nadie te ama.

PD: Sí, va por ti... ¿por quién si no? No mires para otro lado, estamos ya hartos de que huyas a la mínima...

No hay comentarios: