Los inconmensurables...
Como ya mencionaba en otro post, mi familia es de las que aún, en plena Costa del Sol, basa su economía NO en la actividad turística, sino en la AGRÍCOLA, y concretamente en el cultivo intensivo de hortalizas en invernadero (o “forzado bajo plástico”). Mis padres y mi tío son aparceros en una finca que tiene aproximadamente 20.000 metros cuadrados cultivados con tomates y calabacines, lo cual hace que mi hermano y yo, muy frecuentemente, también compatibilicemos nuestros trabajos con éste para ayudarles en plena época de cosecha, como es el caso por estas fechas. Y he decidido incluir en este blog algunos posts sobre el tema para descubriros algunos aspectos que tal vez no conozcáis acerca de esa realidad que para muchos culmina en un expositor de una gran superficie o de una frutería.
Es algo que venimos haciendo desde que tenemos uso de razón, y que no nos pesa, al estar entre familia. Mi tío, además, es una persona relativamente joven, que apenas llega a los 40, lo cual, por un lado hace que nos entendamos muy bien con él, y por otro que sea una persona muy abierta a innovar en su tarea, y a aplicar nuevas técnicas (de hecho, se sacó conmigo el título de manipulador fitosanitario, y hasta pude saber lo que era estar con él en un aula).
Esto ha desembocado en una manera muy peculiar de cultivar los productos, con unos resultados también muy peculiares. En el caso de los tomates, donde nos gusta considerarnos (inmodestamente) un poco “especialistas”, nosotros hacemos lo que llamamos una agricultura “semiecológica”: el abonado de la tierra es el tradicional, sin necesidad de aportes químicos; el riego, por supuesto, es por “goteo”, y absolutamente controlado en cuanto a su cantidad; la polinización de las plantas se hace mediante colmenas de abejas (sistema “Natupol”), sin recurrir a lo que antes se llamaba el “macheo”, con hormonas sintéticas de engorde; y luego, claro, el mimo y la atención constante sobre cada planta, donde nos encargamos de dejar, ramo por ramo (sí: ramo por ramo), sólo las flores necesarias (6-8) para optimizar todo el “alimento” que consuma el vegetal.
El resultado es lo que hemos venido a llamar desde hace unos años, “LOS INCONMENSURABLES”: tomates de gran sabor, piel no demasiado gruesa y un tamaño y color excelentes.
Aparte de explicar todo esto, la intención de este post es llamaros la atención sobre lo que ocurre en el otro lado de la trinchera: el del PRODUCTOR, ya que sé de sobra que vosotros conocéis, y muy bien, lo sufrido del lado del CONSUMIDOR (sobre todo en cuanto a precios...).
Como ya mencionaba en otro post, mi familia es de las que aún, en plena Costa del Sol, basa su economía NO en la actividad turística, sino en la AGRÍCOLA, y concretamente en el cultivo intensivo de hortalizas en invernadero (o “forzado bajo plástico”). Mis padres y mi tío son aparceros en una finca que tiene aproximadamente 20.000 metros cuadrados cultivados con tomates y calabacines, lo cual hace que mi hermano y yo, muy frecuentemente, también compatibilicemos nuestros trabajos con éste para ayudarles en plena época de cosecha, como es el caso por estas fechas. Y he decidido incluir en este blog algunos posts sobre el tema para descubriros algunos aspectos que tal vez no conozcáis acerca de esa realidad que para muchos culmina en un expositor de una gran superficie o de una frutería.
Es algo que venimos haciendo desde que tenemos uso de razón, y que no nos pesa, al estar entre familia. Mi tío, además, es una persona relativamente joven, que apenas llega a los 40, lo cual, por un lado hace que nos entendamos muy bien con él, y por otro que sea una persona muy abierta a innovar en su tarea, y a aplicar nuevas técnicas (de hecho, se sacó conmigo el título de manipulador fitosanitario, y hasta pude saber lo que era estar con él en un aula).
Esto ha desembocado en una manera muy peculiar de cultivar los productos, con unos resultados también muy peculiares. En el caso de los tomates, donde nos gusta considerarnos (inmodestamente) un poco “especialistas”, nosotros hacemos lo que llamamos una agricultura “semiecológica”: el abonado de la tierra es el tradicional, sin necesidad de aportes químicos; el riego, por supuesto, es por “goteo”, y absolutamente controlado en cuanto a su cantidad; la polinización de las plantas se hace mediante colmenas de abejas (sistema “Natupol”), sin recurrir a lo que antes se llamaba el “macheo”, con hormonas sintéticas de engorde; y luego, claro, el mimo y la atención constante sobre cada planta, donde nos encargamos de dejar, ramo por ramo (sí: ramo por ramo), sólo las flores necesarias (6-8) para optimizar todo el “alimento” que consuma el vegetal.
El resultado es lo que hemos venido a llamar desde hace unos años, “LOS INCONMENSURABLES”: tomates de gran sabor, piel no demasiado gruesa y un tamaño y color excelentes.
Aparte de explicar todo esto, la intención de este post es llamaros la atención sobre lo que ocurre en el otro lado de la trinchera: el del PRODUCTOR, ya que sé de sobra que vosotros conocéis, y muy bien, lo sufrido del lado del CONSUMIDOR (sobre todo en cuanto a precios...).
Este tomate que veis en la foto no es una “rareza” o un “fenómeno” raro... sí que es cierto que, a la fecha y esta temporada, es el “inconmensurable” de más peso que por ahora hemos cogido, pero no es la excepción... la media estadística de todos los invernaderos es de 500-550 gramos por unidad.
Sirva como escala y referencia, decir que el diámetro de la báscula de precisión es de 25 centímetros; y para los que tengan dificultad para verlo (lo siento, sólo teníamos la cámara de un móvil), sí: en la pantallita pone 924 gramos.
Pues bien: con MUCHA suerte, a nosotros nos pagarán en la Corrida o Alhóndiga de frutos, y tal y como va la cosa este año y guiándonos por la última venta, la semana pasada, unos 45-50 CÉNTIMOS de euro por cada kilo que llevemos (el sistema de venta es el tradicional por subasta). Sobre ESE precio, habrá que aplicar varios “recortes”: el primero será el del “porte” que hace, con sus camiones, dicha Corrida, y que se eleva a 5 céntimos por kilo (cantidad FIJA). Después, la comisión también de la Corrida, sobre el precio de venta, la cual asciende a un 10-15%, según cada Corrida. Y, por último, habrá que dividir todo eso en dos mitades: una para el dueño de la finca, y otra para los aparceros. Hasta aquí, todo “normal” (son las reglas del juego, ya prefijadas; además, yo he estado un año trabajando en la misma Corrida donde ahora llevamos los frutos, y ese negocio vive de eso, es lógico que obtenga su beneficio, que es poco menos que una cantidad “digna”). No es en absoluto criticable.
El problema viene con la aparición, justo tras la venta, de los INTERMEDIARIOS: el “corredor” que compra a ese precio, pero revende a otro (que luego transportará a un Mercado nacional o internacional: Mercamadrid, por poner un ejemplo) un 15-20% o hasta un 30% más caro para sacar su “tajada”. El transportista que vuelve a aplicar el mismo incremento al vendedor en ese Merdado, para compensar (sobrecompensar) gastos. El que (lógicamente) aplicará el comprador en dicho Mercado para que luego la venta que él hará le resulte rentable... (lo estoy simplificando mucho, pero en realidad es más complejo). Y luego, en el último eslabón de la cadena, vosotros, mis queridos amigos-bloggers, que tendréis injustamente que pagar alrededor de 2-2.5 EUROS por el mismo kilo de tomates que a mí me pagaron a 45-50 CÉNTIMOS...
Y como vivo solo y también soy “amo de casa”, luego yo tendré que escuchar en el supermercado como algún/a comprador/a desinformado maldice contra “la gente de los invernaderos, que se estará forrando a costa de su bolsillo”, asociando a la totalidad la imagen (mal generalizada) del terrateniente almeriense que se pasea con su todoterreno revisando con sus capataces las tierras donde tiene empleados a un 90% de inmigrantes ilegales al borde de la deshidratación... (y, por favor, que no se me enfaden los almerienses porque ya he dicho que esta imagen está MAL generalizada, y es la que únicamente ofrecen y a la que recurren los mass-media, y la causante de que al resto se nos “tiranice”).
¿La solución? Sí, sé que es fácil: la COOPERATIVIZACIÓN y la unión de todos los pequeños productores para eliminar a los intermediarios (o el exceso de ellos), y llevaros el producto casi “in situ”, buscando el punto medio y justo en el precio. Pero, nuevamente, el miedo a la iniciativa y los elevadísimos costes para “arrancar” con esa actividad, suelen frenar a un sector que se ubica además en una zona donde la agricultura no es precisamente el modo mayoritario de vida y de sustento (lo recuerdo: Costa del Sol).
No es pues, ya concluyendo, éste un post “protesta” o reivindicativo: simplemente DESCRIPTIVO, informativo. Sólo les pido que, ante el lógico mosqueo al ver la tabletita del precio, piensen que hay muchas formas de verlo y de explicarlo. Y que entiendan que, aunque a mí los tomates (y demás) me salen gratis (jeje), tampoco me gusta ver esas cifras desorbitadas. Irritan demasiado el globo ocular...
No hay comentarios:
Publicar un comentario